ALMAS GEMELAS. Ricardo Arratia.


Encuentro entre Siglos

Entre murmullos de aguas y luceros,
entre Otoños de hojas fenecidas,
entre silencios prístinos de vida:
un espacio de versos mensajeros
Deshojan su fragancia sempiterna,
Hilando cantos, vidas entre vidas;
¡Ah!, sinfonías de almas parecidas,
Gemelas en sentido, casi eternas.
Amiga, te saludan hoy mis versos,
Hoy de poeta ves mi catadura,
Mi sombrero a tus ojos ya se inclina
Pues en siglos te canto en lo disperso,
Los siglos reconocen tu hermosura:
Tan graciosa te encuentro aquí Karina.


Almas Gemelas

Un amor incorrupto va tejiendo
De miríadas de espacios y llanuras,
De besos entre estrellas sucediendo,
De galaxias calladas de hermosura,
De ríos estelares, de Universo;
Súper Novas gigantes, explotadas;
cataclismo de rimas y de versos
En silencio de noches abrazadas.
Como gotas de esferas inconclusas,
Estas almas gemelas ya se encuentran
En la encarnación prístina del beso.
Exentas ya del sexo, tan profusas,
Tan gloriosas de espíritu se centran
En el amor de siglos y sucesos.


Nocturnal

Luna de Cachemira, ya infinita,
Infinita de canto y de dulzura,
Reflejas a mi alma que te cita,
En cita ya de noche, ya madura.
Luna de valles, de cantos de Canaria,
Luna de ojos ya negros en el cielo,
¡Ah!, luna que te besa estacionaria
Envuelta en argentino y dulce velo.
Luna cómplice, cálida, gemela;
Luna de encarnaciones, de sucesos,
Vas haciendo esta noche de mi encuentro,
La noche del silencio que desvela,
La noche que se gesta como besos,
La noche de las almas en su centro
.


Polvo de Estrellas

Polvo de estrellas, luces infinitas,
Son astros apurados, descendiendo
Sobre aguas de ojos y de citas,
¡Ah!, Son almas gemelas que no entiendo.
Polvo de estrellas, gráciles auroras
Que caen como lágrimas calladas,
De tus ojos nocturnos, de las horas,
De tu pareja amante, enamorada.
Entre Maya te veo personaje
De niña dulce, cálida profunda,
Enamorada en dulce adolescencia.
Mi verso te desviste del ropaje,
Cual crisálida tu alma se desfunda
En la desnudez vívida de esencia.


Arrullo Infinito

Arrullado en la sombra de tu alma,
En una confesión de tu silencio,
Extasiada y hermosa te presencio
En los besos candentes de tu calma.
Tus cabellos cabalgan en la noche
En nocturnales ríos de oropel,
Mientras tus labios libo como miel
En la luna que pende como broche.
Alma gemela, grácil ilusión,
Enamorada quema tu visión
Junto a asombrosos ríos de la esfera.
 Y tu átomo y mi átomo se abrazan,
Ya se funden y se adoran y se casan
En los siglos y siglos que te espera.

Amantes

Te observo en una terma tan incaica
Orlada de candiles infinitos,
Lejana de llanuras ya prosaicas,
Lejana de creencias y de mitos.
Te observo iluminada por la luna,
Bañada por sus aguas argentinas
Y me tocas las fibras una a una
En sonido que a tiempo más se afina.
El Inca permanece solitario,
Observa dos luceros que se besan
Mientras las aguas bullen las alturas.
Un silencio de cerros esteparios,
A las almas de amor las atraviesa,
Como néctar de frutas ya maduras.



Génesis 

¿Cuántos disfraces cuerpo has vestido?
¿Cuántos sueños amantes has besado?
Al principio del tiempo te he encontrado
En celestial fragancia de tu nido.
 De un suspiro fragante te ha creado
Un Dios arrebatado de delirio
Y entre la gota acerba del martirio
Nació mi alma de tu alma enamorado.
 En la verde pradera Paraíso,
Entre las hojas trémulas del sueño
Descubrí los reflejos de un rubor.
 Mi alma y tu alma en cadena satisfizo,
Cual náyade amorosa, vivo empeño,
El pacto sempiterno del amor.



El Juramento


Tus ojos se encontraron en mis ojos,
¡Ah!, Como dos magnolias frente al cierzo.
Me desnudé de ansias y de antojos,
De asolapados bríos y de esfuerzo.
Campesina sutil de piel morena,
De abigarradas túnicas y atuendos:
Floreciste la India tan serena
Entre la muchedumbre y los estruendos.
El Brahamín calló de noche eterna
Y puso en la piel tersa de tu cuello,
¡Ay!, un collar de besos enrollados.
Ante la muerte, junto a la caverna,
Un juramento vino del resuello:
¡Estaré junto a ti, mi enamorado!

Soledad

En esos pasos viejos del sendero
Fui buscando la vía de tu huella,
Buscando los rastrojos del te quiero,
Buscando el juramento de tu estrella.
Te observé como amante de un señor,
¡Ah!, bebí los suspiros del deseo
porque en otros buscabas a mi amor
arrebatada y dulce en devaneo.
Como incienso quemé toda esa vida,
Como río dejé fluir tus besos,
Como estrella vi cálidos tus hijos,
Como candil fui tu luz más querida,
Como espacio dejé ser los cerezos,
Como muerte quedé a tus ojos fijos.
Instintos
En la pradera, junto a un bosque umbroso
Corrías con atuendos sobre el viento,
Se entallaba tu cuerpo tan hermoso
Como un huracán tibio que hoy lo siento.
Y mis brazos abiertos a tu aliento,
Mis dedos pincelando tu silueta,
Mis oídos beodos en tu acento,
Tus suspiros callados en receta.
La noche medieval de los castillos
Pulula sobre el lecho en que me amas
Embriagada de besos tan sencillos
Que al pedir sobre ellos me reclamas.
Hubo éxtasis soñados infinitos,
Orgásmicos sucesos inescritos.





Almas Perdidas

Los años se me han ido de las manos,
La nieve se deshoja en la amargura,
Entre amantes ya busco tu figura
Y el otoño se viste de mundano.
Triturando las hojas ya marchitas,
Viendo las conjunciones de los astros,
Haciendo en los mil rostros un catastro:
¡Alma mía, no vienes a la cita!
Cuántas vidas de ya mágica espera,
Cuántos siglos de años vesperales,
Con la vacua esperanza de tus besos.
Y mi búsqueda va sobre las eras,
De adivinos, oráculos banales,
Buscando al fin los rayos del suceso.

Sacerdotisa
Dioses griegos, Olimpo del Parnaso,
Mil columnas colgadas desde el cielo,
Adherido a las huellas de tus pasos
Aparece tu alma, tu gemelo.
Sacerdotisa grácil del oráculo,
Callada de hermosura te contemplo,
Sonriente, detenida con tu báculo
En los mármoles viejos de aquel templo.
El guerrero dejó las mil batallas,
Las espadas los cintos enfundados,
Los asaltos, rupturas de las vallas,
Los sonidos de espadas escuchados.
El guerrero sonrió a la criatura
Y bebió ya del pozo su hermosura.


Renunciante


Junto al sándalo, ínclita me rezas,
Las mil cuentas calladas del Señor,
Alejados del ruido y la pereza,
Un silencio me coge arrollador.
Y te observo con piernas enlazadas
Levitando en aroma misterioso,
Mientras quemo ya mi alma enamorada,
En las llamas del fuego de tu gozo.
Me mostraste, en febril comedia viva,
Tantos pasos lejanos de tu rada,
Que confusa ya mi alma se desdijo.
No fuiste ni el capricho, ni la diva,
Ni el milagro de bella consumada,
Tan sólo el aire vivo en que me fijo.

Rosa Negra

Tanto tiempo de viajes y de espera,
tantos años soñados y vividos,
de subterráneos cantos reprimidos,
de amores y ganancias pasajeras.
Tantos besos callados, exigidos,
colinas de mujeres infinitas
en tiempo y estaciones exquisitas:
¡tantos años ya fuera de tu nido!
Y una tarde en el prado de los sueños,
en tus silencios claros y pequeños,
una brisa de amor ya nos integra.
Fue un jardín luminoso y soñado,
En un jardín de sueños ya bordados,
floreciste a mi vida, rosa negra

Dos Gotas

Dos gotas de rocío abrazadas
en un tiempo de sueños infinitos;
dos gotas de rocío enamoradas
en las hojas de versos inescritos.
Dos gotas de rocío floreciendo
en las hojas de tiempos acallados,
dos gotas de rocío sucediendo
en la carpintería del collado.
Dos gotas de rocío ya fundidas
en cristales de besos fulgurantes;
dos gotas de rocío mañaneras
en mirada y silencios confundidas,
dos gotas de rocío anhelantes
como eternas y ya viejas compañeras.
Sonetos para un encuentro
Llegaste a mis manos cálida mujer
con tu hermosa túnica color de luto,
con esos silencios callados y enjutos
con un universo vestido de ayer.
Llegaste del cierzo con paso cansino,
abrigando llegaste esperanzas perdidas,
masticando noches, suturando heridas,
batallas ganadas al fiero destino.
Con pasos llegaste de dulce gorrión
en bosques umbrosos, vestidos de frío,
en lagos azules soñados de encanto,
en las notas llegaste de alguna canción.
Floreciste como fruta del estío
o una flor de loto por sobre el espanto.
De mañana te vi, y de aurora eterna,
en un desgranar de gráciles reflejos,
en un universo vestido de espejos,
en la soledad de una triste caverna.
Te encontré pintada una tarde de enero
en las cicatrices de una infancia triste
cuando un soplo de ábrego ya te desviste
y mi esencia muere de tanto que espero.
Me vestí de piel y colinas calladas,
de tus pasos vine brotando al sueño,
de tus ojos al aliento suspirante,
de niña, aroma de mujer amada,
aroma de besos, anhelos pequeños
que rueda de piel, dedos y amor amante.
Te encontré encerrada, en castillo fiero,
te encontré dudando en tu interno fuero.
Te encontré entonando de la gaita un cielo,
te encontré enredada, deshojando un velo.
Tejiendo de sol tus cabellos al viento,
de perfumes brotas como el pensamiento
y no reconoces mi esencia dormida,
y no reconoces tu vida en tantas vidas.
Estreché tu cuerpo para abrir tus puertas,
arañé tu pecho cansado y desierto,
y mis besos fueron en tus ansias muertas
y quemé mis ganas en un sueño incierto
y mi alma lloró en suavidad cautiva
para tiritar sobre tus llagas vivas.